Al mismo tiempo aprovechamos para manifestar de la manera más enérgica nuestro repudio a este acto criminal y exigir a las autoridades competentes se aplique justicia inmediata, con celeridad y sin impunidad.
Dado en la Esperanza, Intibucá a los 07 días del mes de agosto del 2012.
Por la Coordinación General,
Berta Cáceres Flores.
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Piro, el de la sonrisa
No sé cómo se llamaba Piro, no quiero saber, ni siquiera era mi amigo. No quiero mirar el nombre oficial en su epitafio, su nombre largo con apellidos que desconozco. Era Piro y tenía la sonrisa más hermosa que vi en persona alguna. No sólo unos dientes maravillosos sino ese modo de sonreír con los ojos, la cara y los gestos; una sonrisa desde adentro, auténtica y plena. Era taxista, y a veces nos llevaba de fiado, si era necesario. Amigo fiel del COPINH, su defensor cuando se ameritaba ante los que abundan haciendo escarnio de su gente.
Le gusta mi música, ¿verdad? Me preguntó la primera vez que me fui con él y tarareaba alguna de sus canciones. Me gustaba su música, de los ochenta, salsa, siempre alegre, era un hombre alegre, servicial, cordial ilimitadamente. La vida y Piro eran la misma cosa, la vida, Piro y su sonrisa.
Ayer, cuando llegué a La Esperanza, pensé en llamarle porque traía muchas bolsas pesadas, pero no encontré su número. A esa hora ya estaba muerto. Dos tiros fulminantes, ni siquiera se sacó el cinturón de seguridad. Dos tiros que nos quitan un poco de vida a quienes quedamos. Los asesinatos se multiplican en La Esperanza, y la violencia nos llega al cuello, en nuestro pueblo polvoso, fresco y florecido, como era de esperarse. Nunca antes hubo tanto policía y ejército, nunca tanta muerte violenta junta. Todo era de esperarse, pero es tan rápido. Nuestra forma de vida se extingue, nuestra vida se extingue, la patria es entregada, su gente asesinada, los enemigos de la risa se extienden por tantos lados que ni alcanzamos a entender, que ni sabemos reaccionar.
Luchamos por que nos toca y es nuestro tiempo, y a veces podemos luchar aladas, llenas de luz y de confianza en que el tiempo mejor llegará. Pero dos tiros bastan a veces para quitarnos las alas y hacernos morder la tierra ensangrentada.
La tierra que tapará la sonrisa más bella de este pueblo en este día triste de La Esperanza.
Por *Melissa Cardoza
7 de agosto de 2012
*Escritora, poeta y feminista hondureña.