Dicen las gentes que saben compartir la historia como el café, que en las riberas del Gualcarque mujeres y hombres, la cipotada corrían bajando los cerros con sus gritos copines hasta donde unos señores que vinieron de otras tierras y que sin entender la lengua huían despavoridos.
Que hombres uniformados y malencarados no hallaron bien qué hacer ante ese montón de gente y colores que pintaban la tarde, llenando la hora de la oración de sorpresa y rebeldía.
Dicen que los cipotes y que también las cipotas se han hecho expertos en afinar puntería pero que ya no matan pajaritos, ni pichetes ni le dan a los troncos de los árboles ni a los panales.
Que las mujeres de las comunidades del río echan tortillas y cuecen frijoles como todas, y que entre ellas vive una que le dicen María la espanta chinos, que tiene talante alegre y machete pronto para usarlo contra invasores.
Dicen que una mujer desgreñada anda ahí entre esos cerros, que revuelve la gente que de por sí ya estaba revuelta y que se encachimba luego, que la buscan policías, chafas, machos y todo tipo de traidores y asesinos. Que se baña en el río, pero no para asustar a los hombres porque esos ya nacieron con susto y por eso la odian. Que la despeinada se ríe del gusto de surcar las aguas libres con el cuerpo libre y libre la conciencia entre los suyos.
Dicen que en las aguas del río Gualcarque las niñas espíritus lencas que cuidan todas las aguas dulces cantan mirando a esa gente más vieja que el mundo sembrando la milpa y la vida entre los montes y las aguas.
Dicen que alguna gente debería ir a ver cómo es que es eso para que se les quite el mucepo colectivo.
Melissa Cardoza
3 de junio, 2013
A 63 días de resistencia activa del COPINH contra el proyecto Agua Zarca en la comunidad de Río Blanco, Intibucá.